imperfecta
La amó como nunca antes la había amado. Se sumergió en sus ojos y recorrió su nariz. Exploró cada uno de los rincones de su cuerpo. Besó cada una de sus cicatrices. Amó cada una de sus estrías. La amó completa, la amó al instante.
Había esperado tantos atardeceres para disfrutarla, para compartir con ella ese lunes como hace tiempo no lo esperaba, como hace tanto tiempo que no lo hacían.
La miel de sus ojos se vaciaba sin detenerse, cual río que hace tiempo no lleva agua, cuál gacela que lleva tanto tiempo encerrada. La amó como nadie desde ese accidente la había amado.
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