Vivimos en una historia de líneas paralelas, que por más que intentemos unir nunca estarán juntas. Contundente y triste realidad la de no tenerte aquí a mi lado, sobre todo después de aquella noche en la que el Sol se sorprendió de vernos juntos todavía, después de recorrer tierras inesperadas en tiempos imprevisibles. Acarició tus mejillas y te dijo que era hora de despertar, tú, obediente, cediste, abriste los ojos para encontrarte con mis pestañas, desenredaste tus manos de las mías y tus dedos tocaron el suelo frío. La sensación recorrió al instante todo tu cuerpo y lo hizo temblar, todo hasta ese momento había parecido un sueño, pero no era así, tenías la prueba respirando en tus piernas, el bajo y suave respirar de mi vientre sin tus labios, me observaste largo rato, mientras dormía y sentiste una paz que parecía imposible, al mismo tiempo yo sentía lo mismo, te asustaste, tu miedo habló por tí y cuidadosamente te escabulliste por la puerta, no un mensaje, no una nota, no un nada, y te vi partir y preferí no decirte nada. Dejé a la luz entrar por mis ojos, sonriendo por el sueño más hermoso que había tenido mientras se me marchitaba el alma, tu ya no estabas ahí, ni lo estarías nunca más, tu mente se había quedado aquí, a ratos me habla, pero tu cuerpo viajaba en un autobús a un lugar donde pudieras olvidar. Yo nunca olvidé, ni pretendo hacerlo, tu olor sigue viniendo a visitarme, te echo tanto de menos.

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