un paso, luego otro…

Y así nos subimos al elefante, estaba tranquilo y se inquietó un poco al sentirnos cerca, porque no sabía quienes éramos (no nos veía), pero ya cuando volteó y vio a Rodrigo, hasta podría decir que sonrió.

Estaba lloviendo ( ay! como adoro el olor a lluvia). Se veía sobre la piel del elefante como las gotas rebotaban y se partían en mil pedazos. Me parece tan hermosa la lluvia, es un todo, el sonido, el olor, tan mágico, hasta los colores mejoran, se vuelven limpios, intensos, tan puros como solo los ves cuando llueve (y de repente, viene el plus del arcoiris, que será tema para otro día supongo). Yo me reía, mucho, el también (sobre todo de mi adorando la lluvia)… Había sido un día tan bonito… de esos que nunca quieres que se te olviden, es por eso que regresé directamente a escribirlo en mi cuaderno naranja, para no olvidar ni un pequeño momento, para no dejar atrás ninguna risa.

Bueno, en fin, aún con la lluvia, emprendimos el vuelo…

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