Había palabras en forma de niña, había una historia inconclusa y perdida. Un millón de letras esperando, ya medio aturdidas, a que alguien las moldeara, las volviera una idea, un algo que aún no existía.
Un día apareció un alguien que la reconocía, eran unas cuantas palabras nada más, una niña con mirada perdida, palabras ajenas que no tardó en rescatar (ya no eran mías).
Poco a poco las letras fueron formando palabras, y las palabras frases, y las frases esa idea que un día no existía. Era una historia, aún inconclusa, pero la niña no estaba ya sola, y el cuento ya sólo seguía...
Apareciste tú, rescataste mi cuento

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